domingo, 12 de septiembre de 2010

Granada renace ante el abandono de la guerra


El pueblo de Granada ha sufrido incesantemente la inestabilidad y el flagelo de la guerra; una guerra absurda donde muchos inocentes mueren, sufren, se debilitan. La vida pareciera injusta, pero no es ella la culpable. Es el pensamiento egoísta de los hombres que brutalmente infieren con armas en poblaciones de campesinos, gente humilde y trabajadora que busca encontrar una vida digna y justa. Los actores armados entran combatiendo, a capa y espada, en contra de miles de ideales que rechazan, pero que lo convierten en fin último. Un conflicto donde la ignorancia exprime los corazones y rebela pensamientos inconformes. Así es la guerra. Un devenir de muertes, violaciones, desplazamientos, bombas y genocidios. Toda la degradación humana que pueda existir, no solo momentánea, sino también consecutiva, que va arruinando las generaciones vinientes; es una herida que difícilmente cicatriza. Familias enteras destruidas, con fantasmas nocturnos que los persiguen recordando aquellos instantes donde hombres armados entraron e irrumpieron con la tranquilidad de sus sueños, volviéndose pesadillas diarias que se apoderan irremediablemente de la noche. Desde 1998 hasta 2005, Granda era inhóspito, un cúmulo de imágenes vergonzosas, hechos sin razón ni condición.

Una luz, un caminar, un despertar, una ilusión, unas ganas de vivir y luchar para recoger con fortaleza los escombros dejados en medio de la plaza, de la estación de policía por el carro bomba. Todo parece terminar, acabados y agotados, derrumbados por el sinfín de las balas. Una luz. Una luz que hace florecer la esperanza entre los habitantes de la región. Luchar por recuperar el espacio perdido será su meta, será el propósito.

EL SALÓN DEL NUNCA MÁS



Expresiones de alegría entre miles de llantos recordando sus seres queridos, una batalla ganada, no por las armas, sino por la estabilidad y los sueños que permiten plasmar nuevas ideas que sobresalen y llevan el temor a lo lejos. Velas encendidas, piedras pintadas representativas en honor a la batalla ganada por los verdaderos héroes que combatieron con el alma, con la humildad por el sometimiento, por el dolor. Sus cuerpos yacen en tierra firma, algunos sin saber dónde, otros en el cementerio. La cruda realidad, pero ya deviniendo con positivismo, entre lágrimas, recuerdos, fotografías que enmarcan un periodo triste, pero que simplemente se recuerda con nostalgia, con orgullo, con honor. El salón del nunca más, es un proyecto ya existente entre miles que se enriquece con la fuerza suficiente que le proporciona el llamado oportuno y fiel a la negación rotunda de hechos violentos, a la muestra clave, a la fuente oficial que declara y rebela con certeza los hechos verdaderos.
Es allí donde la historia hace su presencia como anfitrión, siendo ella la encargada de dispersar los hechos para no volver a cometerlos, mostrando la cara amarga de la realidad del momento>; pero sobretodo, dándole el valor que se merece cada ser humano que sufrió y vivió siendo victimario en medio de la beligerancia. Ellos merecen ser reconocidos como héroes de la guerra, como mensajeros de paz que en medio del arrebato de la vida dan pié para la reflexión, así sea de unos cuantos.

El salón del nunca más busca reconocer y crear conciencia de que víctimas somos todos, de que la impunidad no se permite en este libro del dolor, que lo único que se desea es la verdad y el no olvido de sus víctimas, aquellas que injustamente sufrieron la crueldad de este conflicto, que aparentemente ya culminó, pero que dejó sus raíces en la tierra de estos inocentes, que hoy con nostalgia, dolor recuerdan a los suyos, a los desaparecidos, desplazados, secuestrados y solo quieren decir nunca más.


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